(Por Esteban Bilbao para La Nación). En la producción agropecuaria como en tantas aristas de nuestra vida nos llenamos la boca hablando de innovación y generamos un tsunami de nuevas tecnologías que mejoran la sustentabilidad (ambiental, económica y social). Pero, ¿cómo estamos con la tecnología de base que sirve de trampolí­n a las nuevas? En muchos casos muy bien, pero en otros en falta. Paremos la pelota y pensemos. Vamos a desaprender un poco, a poner en tela de juicio lo que ya damos por sentado.

¿Qué pasa con las semillas que utilizamos para sembrar trigo y cebada, le hacemos análisis de laboratorio necesario? Con suerte hacemos poder germinativo y peso de mil granos, y ¿el análisis sanitario? Este análisis es muy importante para ver si estamos introduciendo nuevas enfermedades y para elegir el fungicida curasemilla a utilizar. Este año hay bastantes problemas con fusarium, y en muchos casos ni lo sabemos. Y no olvidemos la calidad del curado de esa semilla la cual puede generar que logremos un excelente resultado o que todo haya sido en vano, ya que estamos viendo grandes diferencias en favor del curado profesional.

Otro tema en el que podemos «innovar» es en el cómo decidir la fertilización a los cultivos. Realizar el muestreo de suelo para tener un diagnóstico preciso y certero, poder decidir en base a información confiable el cómo, cuándo y con qué tenemos que nutrir al suelo y a los cultivos. Por ejemplo, con la Regional Necochea de Aapresid realizamos un relevamiento en el que vimos que el 65% de los lotes en agricultura en nuestra zona están por debajo del umbral de fósforo en suelo para sembrar trigo y cebada (15 ppm) y el 42% muy por debajo (debajo de 12 ppm), esto sin entrar en la discusión de si la fertilización fosforada de toda la rotación alcanza para reponer lo que utilizamos (lo cual en la mayoría de los casos no alcanza). Dejemos de hablar de nutrición balanceada, empecemos a realizarla.

En relación a la fertilización nitrogenada, estamos viendo que los mejores modelos son con alrededor de 30 kg de nitrógeno por tonelada de producción, esto ajustándose en base al nitrógeno mineral del suelo y el mineralizable, el cultivo antecesor y las correcciones con el cultivo avanzado en función del uso de SPAD, el medidor de clorofila que se utiliza para comparar el «verdor» del cultivo versus el de una franja con fertilización de suficiencia. En base a esto se analiza si es preciso refertilizar. Debemos ajustar el manejo de estos macro nutrientes antes de analizar y pensar en el manejo de micronutrientes como azufre, boro, zinc u otros.

El rinde y la calidad del trigo y la cebada los construimos de abajo hacia arriba, teniendo claro el rendimiento potencial de cada ambiente y planificando paso a paso el manejo de nuestros cultivos. Innovar es ser coherente entre lo que sabemos que tenemos que hacer y lo que hacemos. Y siempre con más agronomí­a.

  • El autor es socio de la Regional Aapresid de Necochea
Redacción
Redacción
Periodista / Asesor de Prensa & Difusión / Director Periodístico Tecno & Medios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *