Mariana Maggio: “Imagino una escuela con componentes de la presencialidad y de la virtualidad”

(TELAM) ¿Cuál es el futuro de la escuela? ¿De qué manera confluirán “lo físico” y “lo virtual”? ¿Por qué las series, los juegos on line y las redes sociales son importantes para pensar la educación? Mariana Maggio es doctora en Educación pero se convirtió en un fenómeno en Instagram al intentar responder esas preguntas. “Las tecnologías están directamente involucradas en los modos en que se construye el conocimiento”, asegura a Télam.

Entre los muchos silencios que trajo la pandemia hubo uno que llegó a escucharse, el de la educación. Hubo silencio en las aulas y en las calles vacías de pibes que no podían ir a la escuela. Hubo silencio en las casas donde no funcionaba “la Internet” y los dispositivos eran pocos o insuficientes. Hubo silencio en quienes redujeron todo al monocromo presencialidad/virtualidad cuando era necesaria toda la paleta de colores para pensar lo nuevo.

Pero también hubo voces: las de los docentes que desde sus casas o en las burbujas, frente a una pantalla o al pizarrón, con vacuna o sin ella, nunca dejaron de enseñar; las de los chicos, que entre los juegos en linea y TikTok, entre la casa amontonada y el celular astillado, se asomaron a la ventana de la “nueva escuela” y vieron; las de las familias que se acomodaron/desacomodaron, desearon/se frustaron, amaron/odiaron, para hacer de la educación un derecho irrenunciable.

Y además hubo voces que vieron en la pandemia una oportunidad. Una de ellas es la de Mariana Maggio, doctora en Educación, docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y una de las voces más influyentes en el tandem educación-tecnología en las redes sociales, al punto de convertirse en un verdadero fenómeno en Instagram, con más de 13.000 seguidores.

Mariana Maggio tiene unos 13 mil seguidores en su cuenta de Instagram.


Empecé a hacer historias en Instagram y se armó una comunidad a lo largo del último año. Un espacio y un tiempo de conversación que me permitió salir de ese lugar de ser ‘especialista de’ para empezar a enriquecerme muchísimo con el diálogo y las historias que los y las docentes me cuentan, de los ejemplos que me mandan, de testimonios muy fuertes”, relata Maggio a Télam.

Para la investigadora, que también es directora de la Maestría en Tecnología Educativa que dicta la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), “la pandemia muestra la importancia de la escuela no solo en relación con los procesos educativos sino también como lugar de organización de la vida económica, social y cultural de las familias”.

“Me parece interesante aprovechar este momento para pensar las prácticas de enseñanza que ocurran al mismo tiempo en lo físico y en lo virtual, más allá de si los edificios escolares estén cerrados o abiertos”, asegura Maggio, quien acaba de publicar “Educación en pandemia. Guia de supervivencia para familias y docentes” (Planeta).

-Educación y tecnología siempre convivieron en cierta tensión, ¿Cómo se manifiesta esto hoy, en pleno auge de la Sociedad de la Información y de las tecnologías digitales?

-La tecnología educativa, como campo, tiene décadas de historia. Se empezó a enseñar formalmente tecnología educativa a partir de la década del 50. Siempre hubo ciertas tensiones. En el siglo pasado había defensores y detractores de la tecnología. Pero cuando uno lo mira en perspcetiva hubo ciclos de incorporación de diferentes tecnologías: la radio en la escuela, la televisión en la escuela, el diario en la escuela, el cine… después ya, los inicios de la informática educativa.

Lo que marca un quiebre es el cambio de siglo, porque con la entrada en la era de la información las tecnologías quedan directamente involucradas en los modos en que se construye el conocimiento, tanto disciplinario como cotidiano. La tecnología deja de ser un artificio sofisticado para convertirse en un derecho. Y esto es lo que se plantea hoy.


-Tal vez como nunca antes la discusión tiene que ver con la inclusión y con el acceso a las tecnologías…

-En las tensiones que se ponen en escena en la pandemia lo que más nos preocupa es el derecho a la inclusión digital. Hay situaciones que tienen que ver con la desigualdad. Hay chicos y chicas que todavía no tienen acceso a dispositivos y a Internet de calidad en los hogares. No se trata sólo de que las escuelas estén conectadas sino que los hogares lo estén.

-La didáctica clásica es lineal, unidireccional, secuencial. ¿Cómo hay que pensar una didáctica digital?

-Desde la Maestría hace tiempo que venimos planteando que las prácticas de la enseñanza deben ser reinventadas en un sentido contemporáneo. Es decir, lo vinculamos con las prácticas culturales emergentes: las series de televisión, los juegos en línea, la reconstrucción de la idea de museos, etcétera.

“Educación en pandemia. Guia de supervivencia para familias y docentes”, el nuevo libro.

“Educación en pandemia. Guia de supervivencia para familias y docentes”, el nuevo libro.


-¿Y qué sucede ahí..?

-Lo que se ve hoy es que tenemos prácticas inmersivas, donde las formas narrativas están alteradas, donde no hay un único camino, donde uno elige por dónde ir, donde en esa elección se va juntando con muchos otros, y que todo esto apela a múltiples formatos y modos de representación, en general con un propósito orientado a la viralización, lo que hace que cada vez más veamos, por ejemplo, producciones más sintéticas y más atractivas.

La pregunta es cómo estamos reconociendo todo esto desde nuestras prácticas educativas, porque los niños y jóvenes que educamos viven esos mundos de una manera muy intensa. Tenemos que reconocer esas tendencias culturales y abrazarlas desde nuestras prácticas de la enseñanza. Ahí es donde empieza el proceso de desarticulación del modelo clásico y de las secuencias lineales.

-¿Cómo potenciar los espacios educativos virtuales para que sean una mera réplica de los presenciales?

-Nos preocupa que los campos virtuales por lo general replican las dimensiones de las aulas presenciales. Es interesante poder pensar en la combinación de soluciones y de aplicaciones. Nosotros miramos con mucho interés los fenómenos de la cultura y los vamos incorporando a las prácticas de la enseñanza. Por ejemplo, las series de televisión y todo lo que tienen para inspirarnos en términos de formas narrativas más contemporáneas. O los juegos en línea, que vuelven a poner en la escena de la clase la forma de pensar en propuestas lúdicas. También la gran circulación de producción de conocimiento en torno a las redes sociales.

Si pensamos en fenómenos como Instagram o TikTok les chiques no solamente están consumiendo, sino que están produciendo en formatos audiovisuales que los lleva a editar, a intervenir, a remixar. Son desarrollos de habilidades muy interesantes que no estamos recuperando desde la enseñanza más que marginalmente.

-¿Qué se puede hacer con los campos virtuales?

-Qué pasa si a los campos virtuales, que hoy resultan bastante estáticos, los enriquecemos a partir de reconocer los usos culturales que están generando los jóvenes y que les permiten, por ejemplo, estar haciendo performance, como hacen en TikTok, y poniendo el cuerpo entero y estando en movimiento y editando cosas que hicieron otres e interactuar en espacios como Twitch o Discord, generando comunidades grandísimas.

Tenemos que poder pensar cómo reconocemos estas experiencias culturales, cómo las incluimos y cómo nos lleva a generar una práctica de la enseñanza que para los estudiantes no tenga un lustre añejo.

-Las nuevas tecnologías de la comunicación basadas en la rapidez y la instantaneidad, ¿no implican el riesgo de perder profundidad cuando son aplicadas a los procesos educativos?

-Las prácticas que desarrollamos en el sistema educativo son bastante superficiales desde el punto de vista de la comprensión. Cuando miramos los trabajos de los psicólogos cognitivos, por ejemplo, David Perkins, instalan la preocupación por el conocimiento frágil. Los chicos y las chicas recuerdan hasta la prueba y después olvidan rápidamente. No es que estamos generando desde la escuela clásica procesos cognitivos complejos o una comprensión profunda. Todo indica lo contrario.

-Entonces tenemos una nueva posibilidad de cambiar…

-Estamos ante una oportunidad para volver a pensar la compresión, la complejidad cognitiva, la profundidad. Pero el camino no es el del docente explicando lo que el libro dice. Hay que poder pensar a la escuela como un motor de construcción de conocimiento original. Y cuando este interviene en la comunidad para mejorarla, para mejorar la calidad de vida de las personas, eso se vuelve una experiencia perdurable. Es profundo en un sentido moral y político, pero también es inolvidable, ya que puede acercar una propuesta de transformación.

-¿Cómo salvar la escuela? O en todo caso, ¿qué escuela es la que hay que salvar?

-Hay algo interesante hoy, en la pandemia, y es que todos salimos a defender la escuela. La pandemia muestra la importancia de la escuela no solo en relación con los procesos educativos sino también como lugar de organización de la vida económica, social y cultural de las familias. Por eso me parece interesante aprovechar este momento para pensar las prácticas de enseñanza que ocurran al mismo tiempo en lo físico y en lo virtual, más allá de si los edificios escolares estén cerrados o abiertos.


“El camino no es el del docente explicando lo que el libro dice”

-¿La escuela será otra después de la pandemia?

-La escuela tiene que poder reconocer horizontes de transformación en el mundo que la rodea. Creo que en este momento podríamos estar trabajando en campañas de prevención desde la escuela, en la comprensión profunda de por qué estamos viviendo en una pandemia, en la articulación con esfuerzos que se hacen desde las políticas públicas.

Cuando uno mira hacia fuera y ve todos los problemas que nos rodean, la escuela no solo puede trabajar con ellos sino que los chicos y las chicas tienen grandes ideas respecto a esos problemas. Me parece que ese puede ser el sentido de la escuela en los años que vienen. Veo a la escuela como un profundo motor de transformación de conocimiento original y de la comunidad, en un sentido de bienestar, de calidad y de justicia social.

-En su último libro, “Educación y pandemia”, la bajada dice “Guía de supervivencia para familias y docentes”. ¿Cómo piensa esa supervivencia?

-Vivimos un tiempo muy complejo. “Bifo” Berardi dice que puede ser el inicio de nuestra extinsión como humanidad. No queremos que eso pase pero es un tiempo en el que se recorre un límite entre la vida y la muerte y tenemos que poder hablar de esto. También es un momento de mucha presión y disputa en torno al espacio de las escuelas.

Para sobrevivir en este momento, y hacerlo de una manera empática y solidaria, necesitamos reestablecer los diálogos, construir acuerdos, pensarnos colectivamente construyendo puentes de cercanía.

-En el libro también plantea que el cierre de las escuelas físicas fue para algunos como el fin del mundo. ¿El uso electoral de la educación está vinculado a la incapacidad de contemplar los fenómenos que está describiendo?

-Cuando lo escribí lo hice pensando en la fuerza que tiene la escuela como organizadora de la vida económica, social y familiar. Esto atraviesa a las familias que tienen hijos en edad escolar y, especialmente, a las madres trabajadoras y jefas de hogar, donde si les hijes no van a la escuela es un problemón para poder seguir trabajando. Debemos entender el lugar que está ocupando la escuela desde una perspectiva de cuidado, pero la escuela es todavía mucho más.


“Hay algo interesante hoy, en la pandemia, y es que todos salimos a defender la escuela”

-¿Qué opina respeto a la disputa en torno a la virtualidad y la presencialidad?

-Creo profundamente en las posibilidades de la virtualidad. Me dedico a la tecnología educativa y a la educación a distancia hace treinta años. La educación a distancia en la Argentina, sobre todo pensando en las universidades nacionales, siempre fue condición de democratización. Pero tenemos que garantizar el derecho a la inclusión digital. Cuando insistimos con la presencialidad y con que las cosas no se pueden hacer de otra manera estamos reconociendo que el derecho a la inclusión digital no está garantizado.

-¿Hay una discusión empobrecida?

-Hay que salir de la discusión binaria. La complejidad de una pandemia donde tenemos zonas de alerta epidemiológica nos llevaría a pensar en propuestas pedagógicas más allá de las circunstancias. Hoy las escuelas abrieron pero tal vez la semana que viene tengan que cerrar de nuevo. Entonces no puede ser que los chicos tengan clases hoy y mañana no. Tenemos que darle a los estudiantes y a las familias previsibilidad.

De acá a fin de año, más allá de las definiciones epidemiologicas, los chicos y chicas deberían tener una propuesta pedagógica en la mano todos los días. Una propuesta que oriente su aprendizaje. Pero para llegar a eso tenemos que reconocer que vamos a seguir estando en situaciones de intermitencia, de parcialidad, de cierre de burbujas.

-Escribió también que “circula la fantasía de que las instituciones educativas abren y acá no pasó nada”. ¿Cómo imaginas el día después de la pandemia?

-Cuando se vuelva a una reapertura plena de las escuelas vamos a seguir necesitando pensarlas con un esquema con componentes que suceden en la presencialidad y otros en la virtualidad. Eso tiene que ver con los modos actuales en que se construye el conocimiento, se trabaja, se piensa, etc etc. De lo contrario estaríamos formando a nuestros niñes en el pasado de la humanidad.

-Las crisis también suelen enseñar…

-Deberíamos recoger los aprendizajes. Por ejemplo, se flexibilizó el curriculum. Hace un año que estamos hablando de priorización curricular. Esa es una buena noticia. Nos puede ayudar a tener más profundidad. También se flexibilizó el espacio. Me encantaría que volvamos a escuelas donde los espacios sean abiertos, flexibles, móviles. Además se alteraron los tiempos. Esto es condición de inclusión porque hace muchos años que sabemos que no todos los chicos aprenden al mismo tiempo.

Podemos pensar en una escuela con tiempos más abiertos, más dinámicos, donde cada uno puede hacer su recorrido y donde hay caminos alternativos. Esto debería ayudarnos a quebrar la homogeneidad del aula física, que es expulsiva.

-Algo similar pasó con los sistemas de evaluación…

-Si. Tambien se alteraron condiciones que tienen que ver con la evaluación. Y el sistema no estalló!! Podemos pensar en otras evaluación, más inclusivas. La pandemia nos permite entender que ciertas condiciones que creíamos inalterables, se alteran y el sistema sigue funcionando. Estas zonas son las que deberíamos abrazar a la hora de generar prácticas más creativas. Ponerlas en modo experimental, documentarlas, analizarlas y, a partir de ahí, generar prácticas de la enseñanza más ricas, más amplias, más diversas e inclusivas.

-¿Cuál es el rol del Estado y el de la educación pública en todo ese proceso?

-Todo lo que planteo lo hago en términos de educación pública. Es crítico en este momento que el Estado haga una identificación de las situaciones de acceso desigual y que construya políticas, como lo está haciendo con el Plan Federal Juana Manso, y que ayude a que todos los docentes y estudiantes tengan un dispositivo y conectividad de calidad, tanto en las escuelas como en sus hogares.

También son claves las políticas de formación docente, que deben ser sistemáticas y considerar los desafíos de la enseñanza contemporánea. Además, es importante pensar en procesos donde la formación tecnológica tenga una presencia más clara y articulada. Por último y dado los debates en torno a la presencialidad/virtualidad, es importante que el Consejo Federal de Educación siga siendo un lugar de diálogo y de acuerdos, para facilitar escenarios una mirada más heurística, sabiendo que la coyuntura es muy compleja.

-Utiliza las redes sociales para plantear todos estos debates con singular repercusión. Reflexiona sobre las tecnologías pero también las utiliza en su práctica diaria… ¿Cómo llegó hasta allí?

-Yo uso las redes sociales porque tienen que ver con mi trabajo desde hace mucho tiempo. Sin embargo, siempre fui más consumidora que productora. Lo que pasó con la pandemia fue que quienes nos dedicamos a esto empezamos a tener muchísimas consultas, invitaciones a dar charlas, etc. Algo imposible de abordar. Entonces en marzo del año pasado me dije “tengo que construir un lugar de diálogo mucho mas cotidiano” y hacer lo que digo, que es una de de las cosas que a veces me quita el sueño.

Ahí fue que empecé a hacer historias en Instagram y se armó una comunidad de seguidores a lo largo de todo el último año. Un espacio y un tiempo de conversación que me permitió salir de ese lugar de ser “especialista de” para empezar a enriquecerme muchísimo con el diálogo y las historias que los y las docentes me cuentan, de los ejemplos que me mandan, de testimonios muy fuertes. Hoy eso es un colectivo que dialoga, con un sentido de defensa de la educación pública, de inclusión digital y del derecho que tiene cada chico y cada chica a ser educado, también en pandemia.

-¿Se considera una influencer? ¿Le gustaría pensarse así?

-(Risas) Yo soy docente. Me gusta pensarme como docente, que es lo que soy. Siento que ese es un espacio de docencia pero concebido como acción colectiva, donde comparto con mis colegas y soy una más entre ellas, que no hacen más que enseñarme también a mi. Me gusta la idea de comunidad, de pensarnos ahí como colectivo, pero estoy haciendo eso porque soy docente, sino no lo haría.

FUENTE: TELAM

Redacción
Redacción
Periodista / Asesor de Prensa & Difusión / Director Periodístico Tecno & Medios.

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